"Usaba
zapatos de cabritilla y chaquetas de lino crudo, no sudaba como los demás mortales y
olía a colonia inglesa, estaba siempre tostado por el hábito de meter una pelota a
través de un pequeño arco con un palo, a plena luz del mediodía y hablaba arrastrando
las últimas sílabas de las palabras y comiéndose las erres. Era el único hombre que
Esteban conocía, que se pusiera esmalte brillante en las uñas y se echara colirio azul
en los ojos. Tenía tarjetas de presentación con escudo de armas de su familia y
observaba todas las reglas conocidas de urbanidad y otras inventadas por él, como
comer las alcachofas con pinzas, lo cual provocaba estupefacción general. Los hombres
se burlaban a sus espaldas, pero pronto se vio que trataban de imitar su elegancia, sus
zapatos de cabritilla, su indiferencia y su aire civilizado. El título de conde lo colocaba
en un nivel diferente al de los otros emigrantes que habían llegado de Europa Central
huyendo de las pestes del siglo pasado, de España escapando de la guerra, del Medio
Oriente con sus negocios de turcos y armenios del Asia a vender su comida típica y sus
baratijas. El conde De Satigny no necesitaba ganarse la vida, como lo hizo saber a
todo el mundo".
Sin embargo, su papel en la obra no finaliza muy positivamente, ya que Blanca descubre que tiene una habitación donde realiza actos de una excentricidad morbosa. Decide escapar corriendo, temiendo por su bebé.
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